Imagina esta escena: estás en un terrario calentito, el sol entra por un rincón, y tú, pequeña iguana negra, estás pensando en lo más importante del día: la comida.
De un lado tienes un plato con pupas de insectos crujientes y llenas de proteína; del otro, una ensalada fresca de alfalfa y jitomate. ¿Por cuál te decides?
Ese fue el punto de partida para un grupo de investigadores que querían resolver una duda nada trivial: ¿Qué dieta hace crecer mejor y más sano a las crías de Ctenosaura pectinata en cautiverio?
El experimento gourmet

Para ponerlo a prueba, reunieron a 60 iguanitas de apenas 59 días de edad y las instalaron en pequeños grupos de cinco. Durante el estudio, vivieron en un ambiente con temperaturas que iban de 22 °C a 35 °C, ideal para que estuvieran activas y con buen apetito.
Les diseñaron cuatro menús diferentes, medidos en proporciones insecto-vegetales (en base húmeda):
1:4 – Mayormente vegetales, un toque de proteína animal.
2:3 – Equilibrada, pero con más hojas que bichos.
3:2 – Un poco más carnívora, el plato que despertó más interés.
4:1 – La versión “músculos y proteína”.
Los insectos elegidos fueron pupas de Notonecta unifasciata (bichos acuáticos, nutritivos y bastante exóticos), y la parte vegetal fue una mezcla de alfalfa y jitomate picado.
Lo que pasó en el comedor
Durante el experimento, midieron todo: cuánto comían, cuánto crecían, qué tan bien digerían la comida y cómo se comportaban.
Resultados curiosos:
El consumo de comida tuvo forma de montaña: las iguanas comieron más con la dieta 3:2. No fue la más “vegetal” ni la más “insectívora”, sino un punto intermedio.
Más insectos = más proteína: suena obvio, pero se confirmó con números. A medida que subía la proporción de bichos, también subía el consumo de proteína cruda.
Crecimiento sin drama: todas crecieron prácticamente igual en peso y en longitud, sin importar la dieta.
Ritmo decente: unos 2,7 mm de crecimiento por mes, más rápido que el de algunas iguanas verdes (Iguana iguana) en condiciones parecidas.
El lado “aguado” de la proteína: más insectos también significó más ácido úrico en la orina. Eso implica que con dietas muy proteicas, las crías necesitan beber más agua.
La fibra engañosa: cuando los bichos entran en la dieta, la quitina de su exoesqueleto cuenta como fibra… pero no se comporta igual que la vegetal. Esto complica un poco las mediciones.
La conclusión que deja pensando
En resumen, las crías de iguana negra son comedores flexibles. Les da igual si el plato está lleno de insectos, de vegetales o de ambos; van a crecer igual de bien mientras la dieta esté equilibrada.
La dieta 3:2 fue la más apetitosa, pero no dio ninguna ventaja mágica en crecimiento o digestibilidad.
Traducción libre al idioma iguana:
“Oye, humano, tú preocúpate por servirme algo equilibrado… que yo me encargo de disfrutarlo.”
¿Por qué importa esto?
Aunque parezca un experimento simpático, tiene valor para la conservación y el manejo en cautiverio. Saber que estas crías pueden adaptarse a diferentes proporciones de proteína y vegetales significa que se pueden diseñar dietas más económicas, sostenibles y fáciles de preparar. Además, esto ayuda a quienes crían iguanas para programas de reintroducción, evitando problemas de salud por dietas inadecuadas.
En pocas palabras: este estudio nos dice que las iguanas negras bebés no son tan exigentes como podrías pensar… y que su “gourmet interior” es bastante flexible. Eso sí, si pudieran pedir postre, probablemente sería un bicho extra bien jugoso. 🦗✨
Fuente: SCIELO:ORG
