Cuando pensamos en la alimentación de los roedores, a menudo nos centramos en el tipo de comida o en los nutrientes que consumen. Pero, en realidad, detrás de estas elecciones hay aspectos menos evidentes, aunque igualmente importantes: cuántas veces comen a lo largo del día, cuánto alimento toman en cada comida y cómo se comportan mientras se alimentan.

En los entornos de laboratorio, sin embargo, los investigadores han empezado a prestar mucha atención precisamente a estas variables, porque se han dado cuenta de que la frecuencia, las porciones y las formas de comer pueden influir no solo en la salud y el bienestar de los animales, sino también en los resultados de los experimentos científicos. De esta manera, se garantiza una investigación más fiable y se protege mejor el bienestar de estos pequeños animales.
Frecuencia y porciones: más que simples números
La frecuencia con la que se ofrece alimentación para roedores, así como la cantidad, no son detalles menores. La ciencia nos muestra que estos factores modulan el comportamiento alimentario, el metabolismo e incluso los estados fisiológicos de los animales. Algunos roedores, por ejemplo, prefieren comidas pequeñas y frecuentes, mientras que otros consumen grandes porciones en sesiones más espaciadas.
Esta diferencia tiene impactos importantes en el metabolismo energético, en el equilibrio hormonal y en la regulación del apetito, factores que pueden alterar de forma significativa los resultados de un estudio.
El comportamiento alimentario: no solo comer, sino cómo comer

Uno de los aspectos más sorprendentes y fascinantes que la investigación ha descubierto es el llamado “food grinding”, es decir, la trituración del alimento durante la ingesta. Puede parecer un detalle secundario, pero en realidad es una auténtica clave para entender cuánto come realmente un roedor. Estudios realizados en diferentes instalaciones han mostrado que el food grinding puede reducir la cantidad de alimento efectivamente ingerido entre un 10% y más del 40% en comparación con la porción inicial ofrecida. Esto significa que un animal al que se le ofrecen 5 gramos de pellet puede llegar a consumir realmente solo 3, aunque al final del día parezca que “ha comido todo”.
La manera en que estos pequeños animales trituran y manipulan la comida varía mucho entre especies: por ejemplo, los ratones tienden a triturar más intensamente que las ratas, lo que influye en sus patrones de consumo. La consistencia del alimento también juega un papel importante: pellets duros o semiduros estimulan más el food grinding que los alimentos más blandos o granulares. Las diferencias se observan tanto entre especies como entre condiciones experimentales:
- Ratones: en algunos estudios, trituraron en promedio entre el 25% y el 35% de la ración.
- Ratas: generalmente menos “desperdiciadoras”, con pérdidas en torno al 10–20%, aunque con picos más altos en condiciones de estrés.
- Cobayas y jerbos: muestran comportamientos intermedios, muy influenciados por la textura del alimento.
El tipo de dieta también influye: pellets más duros pueden aumentar el comportamiento de grinding hasta en un 50% más en comparación con alimentos más friables o blandos.
Y no es todo: el food grinding no es solo un mecanismo relacionado con la alimentación, sino que también puede decirnos mucho sobre el estado emocional del animal. Se ha observado que roedores expuestos a condiciones de estrés o a entornos empobrecidos muestran un aumento de este comportamiento, casi como una especie de “vía de escape” o actividad compensatoria.
Por ejemplo, experimentos han demostrado que roedores expuestos a ruidos repentinos o a cambios de jaula más frecuentes incrementan en un 30–50% el tiempo dedicado a triturar, lo que sugiere una relación con el estrés y la ansiedad. En cambio, en entornos enriquecidos (con ruedas, túneles y materiales para roer), la trituración tiende a reducirse, mientras que en jaulas desnudas puede intensificarse, llegando en algunos casos a duplicar el tiempo que el animal dedica a esta actividad.
Observar y comprender este comportamiento es, por tanto, fundamental para evaluar su bienestar y garantizar que las condiciones de vida sean realmente adecuadas. Ignorar el food grinding puede llevar a subestimar la ingesta calórica real y, en consecuencia, comprometer la validez de los datos recogidos en los estudios.
En definitiva, el food grinding es un pequeño gran secreto que nos ayuda a conocer mejor a nuestros amigos roedores y a mejorar la calidad de la investigación científica.
De la naturaleza al hogar: la historia de la domesticación del hámster
A lo largo del tiempo, los hámsters han pasado de ser pequeños roedores silvestres que habitaban en zonas áridas y desérticas a convertirse en una de las mascotas más comunes en los hogares. Su domesticación comenzó en el siglo XX, cuando fueron criados en cautiverio para su estudio y, más tarde, difundidos como animales de compañía debido a su tamaño, facilidad de cuidado y carácter curioso. Sin embargo, pese a décadas de convivencia con los humanos, conservan muchos de sus instintos naturales: siguen siendo animales nocturnos, tienden a acumular comida en sus mejillas para transportarla a su refugio, construyen nidos con materiales blandos para sentirse seguros y pueden mostrar conductas territoriales si se sienten invadidos. Esta mezcla entre domesticación y comportamiento instintivo los hace fascinantes, pues al mismo tiempo que se adaptan a la vida en un entorno controlado, nunca pierden del todo esa esencia salvaje que los caracteriza.

Con la domesticación también cambió de manera significativa el modo en que los hámsteres se alimentan. En la naturaleza, estos pequeños roedores dedican gran parte de su tiempo a buscar semillas, granos, raíces e incluso pequeños insectos, almacenando lo que encuentran en sus madrigueras para los momentos de escasez. Hoy, en el entorno doméstico, ya no necesitan recorrer largas distancias ni exponerse a peligros para conseguir comida, pues los humanos les proporcionan una dieta más equilibrada y adaptada a sus necesidades.
Gracias a la industria especializada en Alimentación para roedores, los hámsters pueden disponer de mezclas de semillas, pellets balanceados y snacks saludables que cubren de manera más completa sus requerimientos nutricionales. No obstante, a pesar de tener acceso a este alimento controlado, siguen mostrando su instinto natural de acaparar y guardar porciones en su jaula, como si todavía tuvieran que prepararse para sobrevivir al invierno. Esta curiosa combinación entre hábitos silvestres y comodidad doméstica es parte de lo que los convierte en mascotas tan interesantes y entretenidas de observar.
Conclusión
En resumen, la alimentación para roedores de laboratorio es un sistema complejo que va mucho más allá de la simple administración de comida. La frecuencia, la cantidad, los comportamientos de manipulación y las condiciones ambientales desempeñan un papel crucial a la hora de determinar no solo la ingesta efectiva de nutrientes, sino también la salud y el bienestar de los animales, elementos imprescindibles para la calidad de la investigación científica.