En nuestro primer artículo vimos que el almidón no es el enemigo del pienso, sino un ingrediente técnico esencial: aporta forma, estabilidad y textura.
En este segundo análisis iremos más allá del aspecto productivo para comprender cuánto almidón es realmente útil desde el punto de vista nutricional, y dónde se encuentra el límite a partir del cual puede resultar excesivo.
🔍 El almidón como combustible
Una vez cocido y transformado en una forma digerible, el almidón es para los perros una fuente de energía rápida y segura.
Durante la digestión, se convierte en glucosa, el “combustible” que alimenta el cerebro, los músculos y los órganos.
Esto permite preservar las proteínas, que pueden destinarse a la formación y reparación de tejidos, y no solo a la producción de energía.

La clave de esta capacidad está en el trabajo del páncreas, que en los perros produce cantidades significativas de amilasa pancreática, la enzima encargada de descomponer el almidón.
Este mecanismo, desarrollado durante miles de años de convivencia con el ser humano, hace del perro un omnívoro oportunista, capaz de digerir carbohidratos cocidos con bastante eficiencia.
En los gatos, en cambio, la situación es distinta. Su páncreas produce mucha menos amilasa, y su metabolismo prefiere obtener energía de las grasas y proteínas animales.
Esto no significa que el almidón sea dañino, sino que su cantidad debe ajustarse con más precisión.
⚖️ Niveles de tolerancia: equilibrio, no demonización
Diversos estudios indican que los perros adultos toleran bien dietas con hasta un 30 % de almidón, y que los individuos jóvenes o muy activos pueden llegar incluso al 40–50 %, debido a sus mayores necesidades energéticas.
En el primer artículo mencionamos porcentajes algo más bajos —entre 25 % y 35 %— como referencia prudente y coherente con las fórmulas más comunes del mercado.
Aquí presentamos los valores máximos observados en la literatura científica, con el objetivo de mostrar el rango real de tolerancia, sin por ello fomentar excesos.
La clave no está tanto en “cuánto almidón” contiene un pienso, sino en cómo se procesa.
Solo si este carbohidrato complejo està bien cocido y gelatinizado resulta verdaderamente digerible y útil.
En el caso de los gatos, el límite es más bajo: generalmente no debería superar el 10–15 % del alimento, especialmente en adultos o gatos esterilizados, con metabolismo más lento.
Dentro de estas proporciones, el almidón aporta energía y consistencia sin perjudicar la digestión.
🧠 No basta con mirar el porcentaje
Cuando leemos una etiqueta, la cantidad de almidón o de cereales no cuenta toda la historia.
Dos piensos con el mismo contenido de carbohidratos pueden tener valores de digestibilidad y energía muy distintos, dependiendo de la calidad de las materias primas y del proceso de cocción.
Un almidón crudo o mal cocido se digiere poco y puede fermentar en el intestino;
un almidón correctamente gelatinizado, en cambio, se convierte en una fuente de energía estable, con buena tolerancia intestinal y aprovechamiento metabólico constante.
💬 En resumen
Este polisacarido no debe verse como un simple relleno, sino como un combustible que, usado con criterio, ayuda a equilibrar la dieta.
El secreto está en el equilibrio: demasiado poco puede volver un alimento incompleto, demasiado puede reducir su valor nutricional.
Saber dónde está ese límite es lo que distingue un buen producto de uno que solo sigue una moda.
❓ FAQ – Preguntas frecuentes
1️⃣ ¿Los perros necesitan almidón para vivir bien?
No de manera estricta, pero este polisacarido si bien cocido aporta energía limpia y ayuda a reducir el uso de proteínas con fines energéticos.
2️⃣ ¿Por qué los gatos lo toleran menos?
Porque su páncreas produce menos amilasa, la enzima que descompone el almidón. Aun así, pequeñas cantidades de si cocido no representan ningún riesgo.
3️⃣ ¿Cómo elegir un pienso equilibrado?
Busca un alimento donde el almidón no supere la mitad de la receta, con proteínas de buena calidad, grasas bien balanceadas y sin harinas de bajo valor ni almidones crudos.
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👉 Este artículo forma parte de nuestra mini-serie dedicada al almidón en el pienso:
si en el primero entendimos por qué es necesario, aquí descubrimos cuánto y cómo puede marcar la diferencia.