Un estudio publicado en PNAS muestra cómo los hámsters siberianos usan la longitud del día como señal principal para cambiar por completo su cuerpo y comportamiento de cara al invierno, sin que importe la temperatura o la comida disponible.
¿Qué sucede cuando los días se acortan?

- Pierden casi la mitad de su peso corporal, especialmente grasa.
- Reducen su consumo de alimentos en un 30–40 %.
- Bajan ligeramente la temperatura corporal para ahorrar energía.
- Cambian el pelaje a uno blanco y más denso.
- Se vuelven temporalmente infértiles.
El engranaje genético detrás del cambio
Los investigadores secuenciaron el genoma del hámster y analizaron qué genes se activaban o apagaban en el cerebro.
Encontraron que los días cortos inhiben la producción de la hormona tiroidea T3, y eso a su vez reduce la activación del gen pomc en el hipotálamo.
El gen pomc es clave en el control del apetito, el gasto energético y la reproducción.
Cuando pomc se “apaga” en invierno, se desencadenan la pérdida de peso, la reducción de la ingesta y el paro reproductivo, todo como parte de la estrategia para sobrevivir con menos recursos.
¿Por qué es diferente a un oso?
Mientras el oso acumula reservas de grasa para pasar meses enteros en estado de hibernación profunda, el hámster adopta una estrategia muy distinta frente al frío y la escasez de recursos. El oso se prepara para dormir un largo periodo ininterrumpido, durante el cual no se alimentará, no beberá agua y reducirá al mínimo sus funciones vitales. Su organismo está diseñado para sostenerse de los depósitos de grasa acumulados durante el verano y el otoño, y de ese modo puede resistir hasta que llegue la primavera, cuando el entorno vuelva a ofrecer alimento en abundancia.
El hámster, en cambio, no entra en una hibernación tan prolongada ni total. Su cuerpo responde al invierno de otra manera: reduce su tamaño corporal y ralentiza su metabolismo, lo que le permite consumir menos energía en su día a día. Este proceso, conocido como torpor, no lo deja completamente inactivo, sino que lo mantiene en un estado de ahorro energético flexible. Gracias a ello, el hámster puede despertarse de manera intermitente, explorar su entorno y aprovechar cualquier oportunidad para encontrar comida o agua si se presenta.
Esta diferencia muestra cómo, ante un mismo desafío ambiental, las especies pueden desarrollar soluciones muy distintas. Mientras unos animales apuestan todo a la resistencia pasiva y al ahorro absoluto, otros optan por una estrategia intermedia que les permite seguir participando activamente en su entorno. Ambas tácticas son fruto de la evolución y reflejan la diversidad de respuestas que la naturaleza ha encontrado para asegurar la supervivencia.
Fuente: PHSY.ORG